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Descubrir la Riqueza Cultural de México a Bordo del Tren Maya

Recorriendo sublimes selvas, pintorescos pueblos mayas y deslumbrantes sitios arqueológicos, el visionario tren turístico bautizado como Turitren busca constituirse en una ruta que permita a connacionales y foráneos explorar y valorar la riquísima diversidad cultural de nuestro país.

Con una trayectoria de más de 1500 kilómetros conectando icónicos destinos turísticos de la península de Yucatán, el expreso maya perfila ser una forma extraordinaria de vivenciar intensamente las múltiples manifestaciones del patrimonio cultural de la región. Desde imponentes urbes prehispánicas, hasta encantadores municipios virreinales, pasando por comunidades originarias que preservan viva su lengua y ancestrales costumbres.

Se trata de una ambiciosa obra de infraestructura llamada a transformar el sureste mexicano. Pero más allá de modernos rieles y estaciones, este titánico proyecto puede erigirse en custodio y transmisor de las riquezas civilizatorias de México. Un orgulloso Turitren cultural que permita a connacionales y foráneos descubrir las glorias de los pueblos originarios de estas tierras.

Fastuosas Metrópolis Mayas Uno de los principales tesoros que los pasajeros del tren podrán admirar son los deslumbrantes complejos arqueológicos mayas diseminados a lo largo de la ruta. Joyas como Calakmul, Palenque, Chichén Itzá o Tulum son apenas algunos de los recintos que dejarán pasmados a los afortunados viajeros del moderno expreso.

Calakmul, enclavada en Campeche junto a Guatemala, fue la poderosa capital del homónimo reino maya que dominó gran parte de la zona entre los años 500 y 700 DC. Se calcula que en su cenit pudo albergar a más de 50 mil almas. Sus más de 6000 estructuras registradas hasta ahora solo ratifican la maestría de los antiguos mayas para domar la naturaleza e imponer su grandeza.

Otra metrópoli rectora de los mayas clásicos fue Palenque, en Chiapas. Famosa por su icónica torre del Templo de las Inscripciones y la tumba del gran líder Pakal, Palenque inspira profunda veneración por la belleza y precisión de su arquitectura maya. Cascadas, acueductos y un misticismo incomparable que seduce a visitantes globales.

Y qué decir de Chichén Itzá, la meca arqueológica de México. Majestuosa urbe maya y una de las 7 maravillas del mundo moderno, este yacimiento es escala obligatoria de la ruta cultural del tren. El imponente Castilllo de Kukulkán, el Observatorio, el templo de los Guerreros y el Juego de Pelota son sólo algunas de las icónicas edificaciones que deslumbrarán a los venideros pasajeros del Turitren.

Mientras tanto, al final del trayecto, las antiquísimas ruinas de Tulum ofrecerán un espectacular mirador sobre el azul del Mar Caribe mexicano. Con turquesas aguas de telón de fondo, los viajeros quedarán deslumbrados ante uno de los asentamientos playeros más relevantes del período posclásico maya.

Pintorescos Pueblos Coloniales Otro gran imán que el tren pondrá al alcance de miles son los bellos municipios virreinales salpicados a lo largo de la ruta. Joyas arquitectónicas que rememoran el apogeo hispano en la contienda durante 3 centurias de dominio imperial.

Uno de los más encantadores es Izamal, conocido como la Ciudad Amarilla por el peculiar tono ocre de sus históricos inmuebles. Desde el señorial Convento Franciscano de San Antonio de Padua hasta la pequeña ermita de la Virgen de Izamal, el centro antiguo de esta localidad traslada al visitante al turbulento pero fascinante periodo novohispano a través de adoquinadas callejuelas y hermosos complejos coloniales.

Siguiendo hacia la costa quizá el municipio más emblemático sea Valladolid, con su imagen tradicional de templos virreinales y mansiones de encaladas fachadas. Recorrer el barrio de San Roque y admirar la Antigua Parroquia de San Bernardino de Siena es casi como viajar en el tiempo a la Valladolid establecida por los conquistadores ibéricos.

Mientras, en el extremo norte de la línea férrea, Mérida luce el centro histórico virreinal más extenso de Latinoamérica. Majestuosas casonas decimonónicas , imponentes basílicas y el bastión renacentista de San Benito Obligado son sólo algunas de las joyas que deleitarán a los pasajeros del tren en esta bella urbe.

Y en medio de la exuberante selva de Campeche se yergue la amurallada villa de San Francisco de Campeche que transporta al viajero al convulso pero apasionante periodo de la Nueva España. Desde sus amplias fortificaciones defensivas hasta los polícromos frontispicios de edificaciones centenarias, esta pintoresca urbe es gema ineludible para los venideros usuarios del audaz Turitren.

Comunidades Indígenas Vivas Pero el mayor tesoro que los viajeros del tren tienen la posibilidad de descubrir son las comunidades mayenses que orgullosamente han conservado viva su lengua, costumbres y cosmovisión heredadas de antepasados precolombinos desde épocas inmemoriales.

Uno de los pueblos que promete cautivar a los forasteros es la pequeña localidad de Pomuch, en el corazón de Campeche. Reconocido por su artesanía en madera, Pomuch hechiza por haber conservado intacto su ancestral modo de vida maya. Desde su típica vestimenta blanca, hasta el idioma maya que se escucha en sus calles, este encantador villorio abrirá una ventana para observar la pervivencia de la cultura maya que por siglos dominó en estas tierras.

Otro municipio emblemático es el moderno pero a la vez ancestral Tulum, a orillas del Mar Caribe. Si bien es sitio arqueológico de renombre global, la actual comunidad conserva familias mayas que con orgullo perpetúan las tradiciones, lenguaje y gastronomía que han pasado inalteradas de generación en generación desde tiempos precolombinos. Un singular viaje etnográfico en el tiempo disponible a los pasajeros del novedoso Turitren.

Y en las montañas de Los Altos subsisten múltiples etnias mayenses, cada una con su propio idioma, indumentaria singular y expresiones culturales irrepetibles. Desde los Tzotziles de San Juan Chamula, famosos por sus vistosos trajes textiles y la mezcla de rituales paganos y cristianos. Hasta los Tzeltales de Oxchuc con sus cocinas tradicionales de leña y venta de exótica artesanía los domingos en el mercadito local.

Los viajeros no sólo hallarán opulentas ruinas precolombinas o bellos burgs virreinales. También serán testigos privilegiados de la encomiable resistencia de naciones originarias que con tenacidad mantienen vivas sus raíces y el legado maya desde épocas inmemoriales.

Un Viaje de (Re)Descubrimiento Propio En última instancia, abordar el Tren Maya puede ser un viaje de reencuentro para que los mexicanos valoremos y protejamos el invaluable acervo de nuestros ancestros y pueblos indígenas. Un tesoro que persiste tan vivo y vibrante como hace miles de años en aldeas que luchan denodadamente por cautelar su esencia.

Y es que a bordo del tren no sólo admiraremos monumentales complexes mayas o pintorescos municipios virreinales; también nos reencontraremos con nuestro origen, con parte medular de nuestro ser como nación profundamente diversa y extraordinaria. Descubriremos que México no se reduce a los Mariachis o las playas de Cancún; somos herederos de naciones tenaces que supieron gobernar y amparar estas comarcas mucho antes que existiera la Nueva España.

Quizá cuando descubramos genuinamente la grandeza de nuestro acervo originario, germine en nosotros un sentimiento de respeto y consideración por las comunidades autóctonas de estas latitudes. Y ojalá también florezca un espíritu de concordia y orgullo patrio desde nuestra diversidad y abundancia cultural compartida; elementos que por siglos han definido el carácter singular de esta nación pluricultural. Ese podría ser el viaje transformador que el visionario Tren Maya nos tiene preparado.